La revitalización de sagas
Una de las principales tendencias que las productoras han seguido estos últimos años ha sido la revitalización de sagas que parecían definitivamente cerradas. Y si hablamos de películas que arrastran a la gente al cine no nos queda otra más que empezar con una de las mayores sagas de la historia: Star Wars. Y es que tras el mal sabor de boca que dejó a muchos fans la segunda trilogía de los personajes creados por George Lucas, Disney, nueva dueña de los derechos de la saga tras comprar Lucasfilm, decidió iniciar una nueva trilogía con J. J. Abrams a los mandos. El famoso productor de Perdidos (2004) ya había revitalizado la saga de Missión Imposible con su tercera parte y la saga trekkie con Star Trek (2009) y la todavía superior Star Trek: En la Oscuridad (2013), así que dejarle al cargo de esta franquicia parecía la jugada más acertada. Con esa responsabilidad en sus manos, Abrams retomó todo lo que había hecho de la saga galáctica original un éxito entre el público y realizó Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015), que volvió a ilusionar a los fans y se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia.Visto el éxito de la película y el entusiasmo de los fans no solo decidieron continuar con la producción de las secuelas que completaran la trilogía, sino que decidieron hacer lo mismo que Marvel y expandir su universo con películas independientes como Rogue One: Una historia de Star Wars (2016) y Han Solo: Una historia de Star Wars (2018). El relativo fracaso de esta última, sumado a la gran división de opiniones que generó Star Wars: Los últimos Jedi (2017) motivó que los planes iniciales de crear más películas alternativas a la saga de los Skywalker se pospusieran sine die una vez estrenada Star Wars: El Ascenso de Skywalker (2019).
Otra saga que se reseteó este siglo tomando muchos elementos de la saga original fue la trilogía jurásica del antiguamente conocido como Rey Midas de Hollywood. Después de que Spielberg cediera la silla de dirección en la tercera parte de Jurassic Park en favor del artesano Joe Johnston parecía que las historias de dinosaurios estarían cerradas para siempre. Sin embargo, casi 15 años después se anunciaba para sorpresa de todos que tras las cámaras de la cuarta parte se encontraría Colin Trevorrow, un semidesconocido director que únicamente había dirigido una pequeña película independiente sobre viajes en el tiempo llamada Seguridad no garantizada (2012). Cuando la nueva entrega se convirtió en uno de los grandes taquillazos del año quedaron claras dos cosas: que el público no iba a dejar que los dinosaurios se extinguieran en las salas de cine y que no era necesario contratar a un director reconocido en Hollywood para poner al mando de una gran superproducción. Con estas dos importantes bazas tres años después se estrenaría Jurassic World: El reino caído (2018) bajo la experta dirección de J.A. Bayona, que se volvía a convertir en una de las películas más taquilleras de su año.
Como no hay dos sin tres, otra saga que se reinventó fue la del famoso mago inglés. Las películas de Harry Potter habían arrasado año tras año entre el público de todas las edades, así que cuando la adaptación de las novelas de J.K. Rowling llegaron a su fin al principio de la década con Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte I (2010) y Parte II (2011) los generosos productores de Warner no quisieron dejar de exprimir el filón que suponía las adaptaciones de la escritora inglesa y cogieron un muestrario de monstruos que aparecía en las novelas de Harry Potter y le pidieron a la misma Rowling que lo guionizara para el cine. El resultado fue Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) y Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (2018), que nos sacaban de la escuela Hogwarts para contar una historia sucedida mucho tiempo atrás en Estados Unidos y Francia. Sobra decir que fue otro exitazo en las taquillas de todo el mundo.
Sin embargo no todo iban a ser alegrías para los amantes del cine comercial. Tras crear una de las trilogías más míticas de la historia con El Señor de los Anillos el director neozelandés Peter Jackson se empeñó en llevar al cine el libro que antecedía a la famosa trilogía del anillo, El Hobbit. Pero si una sola película le parecía poco que propuso inicialmente hacer dos, ésta acabaría convirtiéndose en una nueva trilogía situada en la Tierra Media: El Hobbit: Un viaje inesperado (2012), El Hobbit: La desolación de Smaug (2013) y El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos (2014). La taquilla volvió a responder (no cabía esperar otra tras el buen sabor de boca que dejó la trilogía original) pero la gente quedó bastante defraudada con cómo estiraron las aventuras de Bilbo Bolson para convertirla en una nueva fantasía épica.
Pero si hay una vieja saga que ha dado la sorpresa esta década esa ha sido El planeta de los simios y eso que tras el desastroso reboot que perpetró Tim Burton en El planeta de los simios (2001) nadie podía imaginar que volver a la saga iniciada en los sesenta por Charlton Heston daría tantas alegrías a los espectadores. En esta ocasión, en lugar de volver a contar la historia de unos astronautas perdidos en un planeta dominado por estos homínidos, se optó por contar los inicios de César, el mono que lideraría la rebelión contra los humanos, al igual que hacía la cuarta parte de la saga seminal, La rebelión de los simios (1972). Tras El origen del planeta de los simios (2011) la saga supo evolucionar con una madurez poco habitual en este tipo de producciones con una shakespiriana El amanecer del planeta de los simios (2014) y cerrar con un broche de oro con La guerra del planeta de los simios (2017), muy influenciada por el cine bélico clásico.
Adaptaciones literarias
Como hemos podido ver Hollywood estuvo buscando toda la década cómo continuar con las sagas que había triunfado en el pasado, lo que hizo que parte del público acabara hastiado de tanta superproducción con olor a refrito, y más teniendo por otro lado a tantos superhéroes llenando las salas de todo el mundo. Sin embargo estos diez años también han dado para que surjan nuevas sagas que atraigan al público a las salas de cine. Y entre todas ellas, la que más destaca quizá sea la adaptación de las novelas distópicas de ciencia-ficción que se inició con Los Juegos del Hambre (2012).Hay que entender en qué contexto surge esta nueva saga, y es que mientras que Harry Potter llegaba a su fin había otra famosa adaptación que había arrasado los últimos años, y era la defenestrada saga vampírica de Crepúsculo (2008). Y es que, aunque fue vapuleada por la crítica, los resultados de taquilla siempre fueron sustanciosos gracias a la movilización del público juvenil que se había leído la novela. Por eso, cuando los productores vieron que este tipo de adaptaciones salían muy rentables, se fijaron en uno de los libros que estaban arrasando en las librerías.
El inesperado éxito de Los Juegos del Hambre (2012), no tan obvio teniendo en cuenta que posee un trasfondo político poco habitual en el cine más comercial de Hollywood, animó a continuar con la adaptación del segundo libro en Los juegos del hambre: En llamas (2013) y a dividir el último libro en dos películas —tal y como ya habían hecho anteriormente las dos sagas juveniles arriba mencionadas— en Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1 (2014) y Parte 2 (2015).
Por suerte, esta manía por dividir las novelas en varias películas no se llevó a cabo con otra saga de novelas que triunfaban en las librerías en esos momentos: la de los famosos libros eróticos de 50 sombras de Grey. Y es que si la saga de los vampiros reflectantes había tenido tanto éxito enfocándose al público adolescente (femenino), ¿cómo iban a dejar de adaptar al cine uno de los mayores éxitos editoriales de la década dirigido al público adulto (femenino)? Tras rebajar convenientemente el contenido sexual de las novelas, el día de San Valentín se estrenaba 50 sombras de Grey (2015) con un considerable éxito de público y el rechazo generalizado de la crítica. Volvieron a intentar aprovechar la celebración del día de Cupido los años subsiguientes con los estrenos de las secuelas para arrastrar a las parejas, sin embargo el fenómeno se mitigó rápidamente.
Pero volviendo a las sagas juveniles. Como comentaba, la historia protagonizada por Jennifer Lawrence no solo resultó fundamental en esta época por su éxito económico, sino también por las películas que llegaron detrás de ella intentando copiar su estilo, aunando la ciencia-ficción con protagonistas jóvenes. La primera fue la saga Divergente (2014) donde sustituían a Jennifer Lawrence por Shailene Woodley y la división en distritos por la división por virtudes personales. Aunque la primera tuvo cierta repercusión la saga fue perdiendo fuelle con Divergente: Insurgente (2015) y Divergente: Leal (2016), llegando al punto de que el cuarto libro de la saga se planteó directamente como TV-movie pero nunca se llegó a realizar.
Mejor suerte corrió otra saga distópica similar. El corredor del laberinto (2014) fue estrenada el mismo año que Divergente pero obtuvo mejores datos de taquilla y la crítica la trato mejor, pero lo que es más importante, mantuvo la fidelidad de los fans a lo largo de sus secuelas El corredor del laberinto: Las pruebas (2015) y El corredor del laberinto: La cura mortal (2018), a pesar de que la última se retraso por el grave accidente que sufrió su protagonista.
También hubo en esta década otras películas que intentaron dirigirse al público adolescente a través de la ciencia-ficción, pero ni Soy el número cuatro (2011), La huésped (2013), The Giver (2014), Equals (2015), La quinta ola (2016), Un espacio entre nosotros (2017), Mentes poderosas (2018) o Un pliegue en el tiempo (2018) lograron sus objetivos.
Pero estas películas no fueron los únicos fiascos que se llevó Hollywood con las adaptaciones literarias. La meca del cine apostó por películas que parecía que tenían todo para triunfar en taquilla pero que luego supusieron grandes decepciones.
Posiblemente la más importante sea John Carter (2012), con la que Disney se cayó con todo el equipo. Para dirigir esta aventura espacial basada en unas novelas del escritor de Tarzán contaron con Andrew Stanton, director de los éxitos de Pixar Buscando a Nemo (2003) y WALL•E (2008), pero el poco entusiasmo con el que se recibieron sus adelantos y las críticas tan flojas que recibió tras su estreno condujeron a su inevitable fracaso.
Y es que adaptar unas novelas de culto no implica necesariamente un éxito en taquilla, si no que se lo digan a los productores de La Torre Oscura (2017) de Stephen King o Mortal Engines (2018) de Philip Reeve.
Cómics y mangas a la gran pantalla
Hace ya tiempo que gran parte de la sociedad ha aceptado que las viñetas pueden ser tan interesantes como la mejor de las novelas. Sin embargo, aunque Hollywood ha intentado estos años aprovechar el tirón que tienen las películas de superhéroes, parece que la adaptación de otro tipo de cómics a la gran pantalla solo tiene éxito en casos muy puntuales.Un buen ejemplo de esto último son las historietas de Los Hombres de Negro. Un cómic que era poco conocido entre el gran público cuando se realizó la adaptación protagonizada por Will Smith y Tommy Lee Jones en Men in Black (1997) pero que película a película fue cosechando el éxito suficiente para mantener viva la saga hasta su cierre a principios de la década con Men In Black 3 (2012). Lo malo de dicho éxito es que alguien en Hollywood pensó que hacer una película del mismo estilo basándose en el cómic R.I.P.D sería una buena idea y hubo espectadores que tuvieron que sufrir R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal (2013) protagonizada por Ryan Reynolds y Jeff Bridges. Aún así no creáis que el fracaso de intentar clonar éxitos del pasado desalentó a las "mentes creativas de América", ya que antes de que terminara la década se estrenaba en salas el reboot de Men in Black, Men in Black International (2019), con la pareja protagonista de Thor: Ragnarok (2017), Chris Hemsworth y Tessa Thompson, obteniendo unos resultados de taquilla bastante alejados de lo inicialmente estimado.
Otra adaptación de cómics que ya habíamos visto en los 90 fueron las aventuras de las Tortugas Ninja, que llegaron a este siglo con una versión hipervitaminada de Leonardo, Raphael, Michelangelo y Donatello con Michael Bay al mando de la producción en Ninja Turtles (2014) y Ninja Turtles: Fuera de las sombras (2016). Puede que no fueran las mejores películas del mundo, pero sin duda les fue mucho mejor que a Hellboy (2019), uno de los mayores fracasos de la década a pesar de intentar ser más fiel al cómic original que las películas realizadas por Guillermo del Toro diez años atrás.
También se esperaba mucho más de Cowboys & Aliens (2011), una película con extraterrestres, vaqueros, Indiana Jones y James Bond que estaba dirigida por el director de Iron Man (2008). Seguro que a algún ejecutivo de Los Ángeles le pareció que tenía delante la idea del siglo, sin embargo a estas alturas ya nadie se acuerda de ella. Aunque tal vez sea mejor que la gente se haya olvidado de tu película a ser recordado como uno de los fracasos del siglo, que es lo que le pasa a El Llanero Solitario (2013), otra historia basada en un cómic ambientado en el oeste que, pese a que volvía a reunir al director de la primera trilogía de Piratas del Caribe con su estrella Johnny Deep, no consiguió repetir el entusiasmo del público.
Pero no nos fijemos únicamente en el cine de Estados Unidos, que en Europa también vamos servidos de buenos batacazos adaptando cómics. Llevar Valerian y la ciudad de los mil planetas (2017) a la gran pantalla era el sueño de Luc Besson desde hacía décadas, pero el sueño se tornó pesadilla cuando vieron que a pesar de ser una de las películas más taquilleras en Francia no conseguía conquistar al mercado internacional al que iba dirigido. Eso sí, al menos los franceses triunfaron en su país, porque me gustaría saber cuántos españoles fueron a ver la adaptación de Capitán Trueno y el Santo Grial (2011), uno de los personajes más míticos de los tebeos españoles que paso por las taquillas hispanas sin pena ni gloria. Para compensar tuvimos tres adaptaciones en imagen real de la editorial Bruguera que consiguieron atraer al público al cine: las familiares Zipi y Zape y el club de la canica (2013) y Zipi y Zape y la isla del capitán (2016) y las cómicas Anacleto: Agente secreto (2015) y Superlópez (2018). Pero sobre películas españolas ya hablaremos largo y tendido en su artículo correspondiente.
Termino este repaso a las adaptaciones del noveno arte con dos rara avis en Hollywood: los live action de Ghost in the Shell (2017) y Alita: Ángel de combate (2019). Y es que, aunque en Japón es muy común la adaptación en imagen real de ánimes o mangas, en América no se suelen atrever a dar este paso con un material que los fans suelen adorar y que resulta difícil llevar al cine sin caer en el ridículo (sino que les pregunten a los seguidores de Dragon Ball qué opinan de su adaptación). Aún así ambas películas de ciencia ficción protagonizadas por cyborgs femeninas salieron bastante airosas en su traslación a la gran pantalla, lo que augura que en un futuro se seguirá exprimiendo ese filón para llegar al mercado asiático, aunque en el camino nos tengamos que encontrar adaptaciones tan cuestionables como Death Note (2017) de Netflix.
La interactividad de los videojuegos en el cine
Si adaptar novelas al celuloide se lleva haciendo desde los inicios del cine y trasladar cómics al cine ya está más que instaurado hay otro tipo de adaptaciones a las que les está costando mucho más tener el beneplácito del público y la crítica, y es el de la adaptación de videojuegos.Super Mario Bros (1993) fue el que dio el pistoletazo de salida y al que siguieron Street Fighter, la última batalla (1994), Double Dragon (1994) y Mortal Kombat (1995). No son los títulos más atractivos para proponer una tarde de cine, ¿verdad?. A principios de siglo empezaron a surgir los primeros éxitos importantes en este campo con Lara Croft: Tomb Raider (2001) y Resident Evil (2002), sagas que han seguido vivas a través de secuelas como Resident Evil 4: Ultratumba (2010), Resident Evil: Venganza (2012) y Resident Evil: Capítulo final (2017) o de reboots como Tomb Raider (2018). Siguen sin ser grandes valedores de este tipo de adaptaciones, pero hay que reconocer que la mejora fue sustancial.
De esta manera, con la esperanza de que algún día alguna productora dará con la gallina de los huevos de oro que demuestre que adaptar historias basadas en videojuegos puede ser tan rentable e interesante como otro tipo de adaptaciones, Hollywood se ha esmerado los últimos diez años en buscar historias con potencial en las consolas de todo el mundo.
La primera en abrir la veda fue Prince of Persia: Las arenas del tiempo (2010), una aventura basada en un exitoso juego de plataformas ambientado en el Medio Oriente y que estaba protagonizada por uno de los actores emergente del momento, Jake Gyllenhaal. Parecía bastante fácil de adaptar al cine, pero la ligereza de la propuesta cinematográfica no fue tan bien recibida por el público como la franquicia de videojuegos y frenó este tipo de grandes adaptaciones durante un tiempo.
Eso sí, cuando volvieron, intentaron hacerlo a lo grande con dos juegos que llevaban arrasando entre los gamers desde hacía tiempo: World of Warcraft y Assassin's Creed. La primera estaba basada en un juego de rol que daba la oportunidad de crear un mundo tan rico como el de El Señor de los Anillos pero la tibia recepción con la que el público recibió Warcraft: El Origen (2016) supuso un relativo fracaso que solo resultó rentable gracias al mercado chino, dejando en el aire una posible continuación de la saga. La segunda gran producción de ese año fue la película Assassin's Creed (2016), cinta protagonizada por un actor tan solvente como Michael Fassbender y que llevaba las aventuras de su protagonista a la España de los Templarios. Aunque la película recaudó el doble de lo que costó las críticas tan negativas que recibió también cancelaron la trilogía que estaba programada.
Entre medio hubo otras producciones que intentaron atraer a los aficionados a las consolas como las improbables batallas de videojuegos retro de Pixels (2015) o las sagas de acción Hitman: Agente 47 (2015) y Need for Speed (2016). Pero si obviamos las películas de animación de Angry Birds que merecen ser comentadas en la entrada dedicada al cine de animación, la sorpresa llegó en 2019 con Pokémon: Detective Pikachu (2019), que se convirtió a las pocas semanas de su estreno en la adaptación de videojuego más taquillera de la historia a la vez que obtenía unas críticas bastante positivas.
Aunque las películas mencionadas arriba no parecen indicar que los videojuegos y el cine se hayan llevado muy bien hasta ahora, el séptimo arte sí que ha sabido aprovechar la creatividad e inventiva visual que derrochan estos juegos para introducirlos con mayor o menor criterio en la pantalla grande.
Una de las más importantes es sin duda TRON: Legacy (2010), secuela de la pionera de los efectos especiales TRON (1982), que volvía a traer las carreras de motos de luz a la oscuridad de las pantallas de cine. Visualmente también tomaba mucho del mundo de los videojuegos la Sucker Punch (2011) de Zack Snyder y sobre todo la genial Scott Pilgrim contra el mundo (2010), una divertida comedia romántica que supo adaptar el lenguaje del cómic y el videojuego como pocas veces se han visto en el cine. Y si de adaptación literaria y videojuegos hablamos no podemos obviar dos de las películas más exitosas del final de la década: la superproducción de Spielberg Ready Player One (2018), que adaptaba perfectamente el mundo virtual imaginado por Ernest Cline en su novela, y la actualización al siglo XXI del mundo creado por el ilustrador Chris Van Allsburg en Jumanji con las simpáticas Jumanji: Bienvenidos a la jungla (2017) y Jumanji: Siguiente nivel (2019).
Los dibus pasan a ser reales
Como hemos visto hasta ahora, llevar al cine material de otras expresiones artísticas supone un riesgo importante para la industria, por lo que en muchas ocasiones las productoras optan por ir a lo seguro y hacer secuelas y remakes de producciones que han tenido éxito anteriormente. No es que sea un fenómeno de este siglo, ya que es algo que se ha hecho desde los inicios de la historia del cine, pero el nivel al que se ha llegado estos últimos años es un buen indicador del poco interés que tiene la industria del cine actual en arriesgar.De algunas de estas secuelas ya hemos hablado al inicio de esta entrada, pero en cuanto a remakes quiero hablar ahora de un tipo de remakes que ya son seña de identidad de esta década y es el de adaptaciones en imagen real de viejas películas de dibujos animados.
En los 90 ya se realizó un primer intento de este tipo de remakes con El libro de la selva. La aventura continúa (1994) y 101 dálmatas. ¡Más vivos que nunca! (1996), la cual funcionó tan bien en taquilla que propició una secuela unos años después, 102 dálmatas (2000). Parecía que este tipo de películas iba a quedar como un mero pie de página en la historia del cine, pero el bombazo que supuso el estreno de Alicia en el país de las maravillas (2010) 10 años después cambió totalmente el paradigma de este tipo de producciones.
La película de Tim Burton no era un remake fiel de la película de 1951 sino que convertía la historia de Lewis Carroll en una fantasía épica más cercana al mundo de El señor de los Anillos que al de un cuento infantil al uso, e intentando replicar este éxito los años posteriores se estrenaron multitud de producciones que revisaban viejos cuentos y títulos de cine clásico jugueteando con géneros que habían triunfado años antes. A bote pronto tenemos:
- Dos versiones de Blancanieves y los siete enanitos (1937) que reformulan sus personajes principales en Blancanieves (Mirror, Mirror) (2012) y Blancanieves y la leyenda del cazador (2012), que a su vez cuenta con una secuela titulada Las crónicas de Blancanieves: El cazador y la reina del hielo (2016)
- El clásico de Victor Fleing El Mago de Oz (1939) transformado en una película de aventuras del siglo XXI en Oz, un mundo de fantasía (2013)
- El cuento de Jack y las habichuelas mágicas adaptado de forma épica por Bryan Singer en Jack, el cazagigantes (2013)
- Una reinterpretación de la villana de La bella durmiente (1959) en Maléfica (2014) y Maléfica: Maestra del mal (2019)
- Las adaptaciones llenas de efectos especiales del famoso ballet de Chaikovski en El Cascanueces 3D (2010) y El cascanueces y los cuatro reinos (2018)
- Una precuela de Peter Pan (1953) con Hugh Jackman como principal atractivo en Pan (Viaje a Nunca Jamás) (2015)
Ahí es nada. Y eso que he obviado adaptaciones que se acercaron a historias clásicas desde otro punto de vista, como El aprendiz de brujo (2010), Los viajes de Gulliver (2010), La leyenda de Tarzán (2016) o Caperucita Roja (¿A quién tienes miedo?) (2011).
Pero estas reintrepetaciones en clave épica solo fueron un primer paso para lo que iba a venir poco después, porque a mitad de la década Disney estrenaría la versión en imagen real de uno de sus grandes clásicos, la Cenicienta (1950). La versión que dirigió Kenneth Branagh, Cenicienta (2015), seguía con muy pocas variaciones toda la trama de la película de dibujos animados original, contando con el factor nostalgia como principal baza para atraer a los espectadores de todas las edades. El buen recibimiento de este lavado de cara en imagen real puso en marcha la maquinaria de la productora para ir revitalizando todos sus clásicos: Peter y el dragón (2016), El libro de la selva (2016), La bella y la bestia (2017), Dumbo (2019), Aladdin (2019), La Dama y el Vagabundo (2019) y por supuesto, la joya de la corona, El rey león (2019), que llegó a los cines como una versión prácticamente calcada a la película original, sustituyendo la magia de la animación clásica por la perfección técnica de la animación por ordenador.
(Va a ser que al final la gente tiene razón y al cine de la última década le falta originalidad)
Un atisbo de originalidad
Hemos hablado de adaptaciones de novelas, cómics, videojuegos y viejas películas de animación, pero para adaptaciones imaginativas las de las atracciones de DisneyWorld. Tras el exitazo de la trilogía original de Piratas del Caribe —saga que siguió su andadura estos años con Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (2011) y Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017)— los ejecutivos de Disney volvieron a fijarse en los parques de atracciones del imperio del entretenimiento para sacarse otra película de la chistera: Tomorrowland: El mundo del mañana (2015). Tal como hicieron con John Carter se volvieron a fijar en la cantera de Pixar para fichar a Brad Bird como director tras triunfar con Los Increíbles (2004) y Ratatouille (2007), y al igual que la película de Stanton se volvieron a estrellar en taquilla a pesar de contar con una estrella del calibre de George Clooney en su reparto.Al menos la película parecía ofrecer algo nuevo, cosa harto difícil de ver en muchas de las superproducciones de esta década. Y es que a veces la originalidad se paga cara, sino que se lo digan a Shyamalan, que tuvo a principios de la década los dos descalabros más importantes de su carrera.
El primero fue la adaptación de la serie de dibujos animados Avatar: La leyenda de Aang (2005), una producción que alejaba al director de ascendencia hindú de las pequeñas películas que había escrito hasta ese momento. Lo que podía haber interpretado como una señal de que los grandes presupuestos no estaban hechos para un director que tenía su mayor fortaleza en la originalidad de sus guiones cayó en saco roto, porque tres años después de Airbender, el último guerrero (2010) estrenaba otra gran producción con Will Smith y su hijo como protagonistas, After Earth (2013), que volvió a tener críticas nefastas y una recaudación muy alejada de las esperadas.
Y es que hay algunos directores que se mueven mejor en las producciones medias que con superproducciones, cosa que no pasa con las hermanas Wachowski, que revolucionaron la ciencia-ficción a finales de los 90 con Matrix (1999). Desde entonces todas sus películas han tenido grandes presupuestos, hasta la novela de culto El atlas de las nubes (2012), que en su versión cinematográfica dividió tanto a los espectadores que no consiguió recuperar el dinero invertido, a pesar de ser una película bastante más interesante que la mayoría de las comentadas en esta entrada.
Aún así el descalabro tampoco sorprendió, ya que la historia que trataban de adaptar era mucha más compleja de lo que el gran público está habituado a consumir. Por eso, cuando dos años después volvieron a las salas con El destino de Júpiter (2015), una película de acción y ciencia-ficción mucho más cercana a la película que habían realizado con Keanu Reeves, el fracaso sí que desconcertó a sus fans.
Lucha de Gigantes
Una de las tendencias más curiosas que se han visto esta década es la proliferación de producciones en las que cosas gigantes luchan entre ellas mientras destrozan grandes urbes. Está claro que la tendencia la marcó el taquillazo de Transformers (2007), que supuso el inicio de una saga compuesta de cinco partes, tres de las cuales tuvimos la "suerte" de disfrutarlas esta década: Transformers: El lado oscuro de la Luna (2011), Transformers: La era de la extinción (2014) y Transformers: El último caballero (2017). Y si cuatro secuelas no parecían suficientes para transmitir la profunda psicología que se encuentra tras la línea de juguetes de Hasbro, aún fueron capaces de sacar antes de que terminaran los 2010 un spin off, Bumblebee (2018), que al menos se distinguió de la saga original rememorando el espíritu de las películas ochenteras de Amblin.Si por un lado tenemos grandes robots luchando entre ellos, en el otro lado nos encontramos a enormes monstruos surgidos de las profundidades como el famoso Godzilla en Godzilla (2014) y Godzilla: Rey de los monstruos (2019) o al enorme rey de los simios surgido de una inhóspita isla del Pacífico en Kong: La isla calavera (2017). Tres películas palomiteras mucho más serias que la saga dirigida por Michael Bay y que intentan resucitar el cine kaiju teniendo un especial cuidado por crear un asombroso espectáculo estético.
Ambos colosos, monstruos y robots, también se enfrentaron entre ellos gracias a Pacific Rim (2013) de Guillermo del Toro, donde mechas de varios países se enfrentaban a monstruos surgidos de un portal interdimensional en el fondo del Océano Pacífico. Su éxito propició una secuela, Pacific Rim: Insurrección (2018), donde perdió al director mexicano, sus protagonistas principales y a una parte importante de los espectadores pese a lograr desbancar de la taquilla americana a Black Panther (2018).
Estas tres sagas son las principales representantes de esta curiosa tendencia, pero también ha habido otras que han jugado con los mismos conceptos, como Acero Puro (2011), donde Hugh Jackman era un entrenador de robots que boxeaban entre sí, Power Rangers (2017), que intentaba revitalizar la famosa serie de televisión de los 90; Megalodón (2018), donde el monstruo a batir era un enorme tiburón sacado de una saga de novelas; Proyecto Rampage (2018), que adaptaba un videojuego donde monstruos gigantes se enfrentaban a fuerzas militares y Monster Trucks (2017) una superproducción de 125 millones de dólares que parece una película de serie B.
Otras fórmulas
Además de la curiosa tendencia comentada arriba, se han visto otro tipo de fórmulas que los estudios intentaron usar de manera reiterativa para atraer al público pero que, salvo casos muy puntuales, no funcionaron tan bien como hubieran deseado.La primera fórmula toma la mitología como referente y dio lugar a superproducciones como la exitosa Furia de Titanes (2010) y su secuela Ira de Titanes (2012), la olvidada Hércules (2014), la estética Immortals (2011) y la defenestrada Dioses de Egipto (2016).
Situados en la misma época, pero basadas en hechos reales, tenemos las entretenidas Centurión (2010) y La legión del águila (2011), la secuela de 300 (2006), 300: El origen de un imperio (2014); la catastrófica Pompeya (2014), las bíblicas Exodus: Dioses y reyes (2014) y Noé (2014) y el innecesario remake de Ben-Hur (2016).
Y siguiendo con el cine de espadas pero mucho más cercano en el tiempo nos encontramos con Los tres mosqueteros (2011), Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017) y Robin Hood (2018) si nos centramos en Europa y La leyenda del samurái (47 Ronin) (2013) y La gran muralla (2016) si nos vamos al lejano oriente.
En la edad media también se ambienta el género de espada y brujería, que no ha ofrecido su mejor cara con títulos como Conan el Bárbaro (2011), En tiempo de brujas (2011), El séptimo hijo (2014) o El último cazador de brujas (2015).
Y si dejamos las brujas a un lado y nos fijamos en otros seres fantásticos habituales en nuestra cultura no encontramos con los hombres lobo en El hombre lobo (2010), con vampiros en El sicario de Dios (2011) y Drácula, la leyenda jamás contada (2014), con el mito de Frankenstein en Yo, Frankenstein (2014) y Victor Frankenstein (2015), con los zombis de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (2012) y Orgullo + Prejuicio + Zombies (2016), con los ángeles caídos de Legion (2010) y con la momia de La momia (2017).
No está mal para terminar este repaso, ¿eh?
25 Títulos básicos de las superproducciones de la década 2010-2019
Por último, para terminar con este repaso, quiero dejar aquí una pequeña lista con los títulos básicos que resumen lo que han sido las superproducciones de estos últimos 10 años. Con esta selección no solo pretendo destacar los mejores títulos, sino también los que han marcado tendencia o han definido la época, y para que el orden no suponga un conflicto las películas aparecen agrupadas por sagas y por fecha de estreno.
Alicia en el país de las maravillas (2010)
Scott Pilgrim contra el mundo (2010)
Harry Potter y las reliquias de la muerte - Parte 1(2010)
Harry Potter y las reliquias de la muerte - Parte 2(2011)
Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016)
El origen del planeta de los simios (2011)
El amanecer del planeta de los simios (2014)
La guerra del planeta de los simios (2017)
El atlas de las nubes (2012)
Los juegos del hambre (2012)
Los juegos del hambre: En llamas (2013)
El Hobbit: Un viaje inesperado (2012)
Pacific Rim (2013)
Star Trek: En la oscuridad (2013)
El corredor del laberinto (2014)
Godzilla (2014)
Jurassic World (2015)
Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015)
Rogue One: Una historia de Star Wars (2016)
Star Wars: Los últimos Jedi (2017)
El libro de la selva (2016)
Jumanji: Bienvenidos a la jungla (2017)
Ready Player One (2018)
Bumblebee (2018)
Detective Pikachu (2019)
Detective Pikachu (2019)
Alita: Ángel de combate (2019)
En caso de que queráis profundizar más con este tipo de cine y deseéis organizar vuestras propias sesiones palomiteras he creado una lista en filmaffinity en la que podéis consultar todos los títulos aquí mencionados, agrupados por temática (aunque siempre podéis ordenar en función de la nota media si os resulta más útil).
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Supongo que en este resumen echaréis de menos sagas como Fast & Furious, la reinvención del mundo de Alien o secuelas como Blade Runner 2049 (2017), pero hablaré de ellas en los especiales dedicados a las películas de acción, al terror y a la ciencia-ficción respectivamente. Mientras tanto, y para no desesperar a los cinéfilos más exigentes, pasemos a repasar las películas que más allá de ir en busca del dinero del público fueron reconocidas en los Óscars.
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